La Playa de los Paramecios

Hay veces que ante la Puerta del Destino te das cuenta de que hay cosas que no te cuadran, pero como matemático y poeta te consuela comprobar que, desde los tiempos de Pitágoras, dos catetos, una hipotenusa y un ángulo recto, han resuelto la ecuación de sus relaciones cordiales.

            Tras la Puerta del Destino siempre hay una playa en la que naufragar, la Playa de los Paramecios, en la que no dejan naufragar a nadie que sepa Geometría, con mayúscula. Es cuestión de escuadra, compás, y saber nadar y guardar la ropa de quedarte desnudo ante la Nada.

Lo peor de cumplir años, y yo los cumplo pasado mañana, es que cada vez se hace más persistente en ti la idea de que has cruzado ya,  y al sprint, las metas volantes más decisivas del tour de tu vida.

            Llega un día en el que, sin saber por qué, uno toma conciencia de que lo que hasta ahora había sido escalar el puerto que te llevó a las primeras canas, casi sin sentir y sin la necesidad de culear sobre los pedales, una vez culminado, se vuelve cuesta abajo y ruedas a la velocidad precisa en la que el miedo a sentir miedo te hace dar unos leves toques a los frenos con el disimulo y el sigilo del que nunca ha roto un plato.

            La caída por esa cuesta es imparable. El sabor de la llamada del tiempo ya es ineludible. Cuando lo has probado es inevitable que cada mañana te levantes con un regusto último a ausencias irresolubles. Los sabores se aprecian o se desprecian, pero no se llega a comprenderlos jamás. Es el Destino, te dicen, pero piensas que sería una putada –no tiene otro nombre– caerte de la bicicleta vital en este preciso momento cuando ya te has enterado de hacia dónde corres.

            Es cuando tomas conciencia de que es el momento de “desambiocionar”, de ser consciente de que muchas cosas que has ambicionado en la vida no han servido para hacerla más viva en ti. Llega el momento de decir que no cuando es que no, y saber no estar dónde y cuándo no vale la pena estar. El día que descubres que estás catalogado como prescindible descubres el valor que tienes para los que no lo eres. Ya me lo decía mi contertulio El Caliche: Si quieres saber quién es alguien, fíjate en cómo te trata cuándo ya no te necesita.

El vivir de cada día nos suscita a cada paso la eterna duda entre optar por la seguridad de un futuro resuelto, o elegir el riesgo y la incertidumbre de no saber si mañana amaneceremos pez, sonrisa o patada en la entrepierna. Woody Allen, en su ya legendaria encíclica en blanco y negro Manhattan, se planteaba el «además» que le pedía a la vida el hombre que había conseguido asegurarse el plato de lentejas diarias. La sociedad competitiva en la que nos derramamos cada mañana al levantamos, nos adiestra cumplidamente en el positivismo del «vale más pájaro en mano que ciento volando«, y una vez enjaulado el pájaro de nuestra seguridad, el «además» que le pedimos a la vida es que no se nos niegue la capacidad de soñar con los cien pájaros que siguen volando. ¡Ojalá veas tus sueños realizados, aunque tengas que apechugar con ellos y sus consecuencias! Es la peor maldición que he oído.

Con el tiempo todo deja de doler o de importar. He visto a lo inolvidable volverse olvido, y a lo imprescindible ser arrinconado como unos zapatos viejos. Pero, convéncete, no hay instantes vacíos. Todos hay que llenarlos de intensidad, seguro de que nada perdura más allá de la hora del desencanto.

¡Uno añora aquellos tiempos en los que sólo había un tonto oficial por pueblo, y era un pan bendito de lo buena persona que era! Ahora más que tontos sin maldad, nos sobran malos con muchas tonterías, que haberlos háylos y en cantidad, y cada vez más, de lo que doy fe como purga de mi alma, y procurando que los paramecios no se enteren  para que me dejen naufragar en su playa desprovisto de todas las geometrías imposibles.

            Después de que nos hayamos ido sólo quedarán los paramecios que han de devorarnos, dando fe de que nos hemos ido esperanzados de que no se olvidarán de nuestro nombre, santo y seña, por si volvemos y ya no nos recuerdan.

© José María Suárez Gallego

Publicado en Diario JAÉN el viernes 19 de mayo de 2023

Ante la Puerta del Destino

Hay veces que ante la Puerta del Destino te das cuenta de que hay cosas que no te cuadran, pero como matemático y poeta te consuela comprobar que desde los tiempos de Pitágoras, un ángulo recto, dos catetos y una hipotenusa, resolvieron la ecuación de sus relaciones cordiales.


Tras la Puerta del Destino siempre hay una playa en la que naufragar, la Playa de los Paramecios, en la que no dejan naufragar a nadie que sepa Geometría.


Cuestión de escuadra, compás y saber nadar, para que no te quiten la ropa de quedarte desnudo ante la Puerta del Destino.·.

© José María Suárez Gallego

Meterse en los charcos

La pertinaz sequía como argumento de desastres está tan enraizada en la idiosincrasia española, como lo está en el argumentario festivo la celebración de centenarios con un “vino español” y sus gambas en gabardina .

Se dice, con algo de resentimiento, que España es una patria que conmemora  sus centenarios alimentándolos  con gambas en gabardina. Es decir, con poca gamba y mucho relleno. Es el “ni chicha ni limoná” de nuestra cultura gastronómica que contagia la forma de planear los proyectos importantes en este país. Y a eso le unimos lo de acordarnos de Santa Barbara cuando truena, y del santo patrón del pueblo cuando no llueve, recurriendo a las gambas en gabardina para salir del paso con una tapa que llena la andorga con cierto postín siendo barata.

            Tristemente no llueve, y añoro aquel curso que hice cuando las nieves del tiempo comenzaron a platearme el bigote, titulado: «Delimitación y acotamientos de charcos para no meterse en ellos». Lo mejor fueron las prácticas al aire libre junto a las orillas de los charcos en los que uno no quería meterse por nada del mundo.

¡Cuánto aprendí entonces para sobrevivir en esta selva de falsos tarzanes, de leones de medio pelo y poco rugido, de lianas que se rompen al mirarlas, y muchas monas Chita de Amazón!    

No soy el único a quien se le ponen los pelos como escarpias cada vez que se topa con alguien que se arroga el privilegio de hablar en nombre de Dios, porque la mayoría de las veces, tras esta sutil prerrogativa de los que se atreven a interpretar los deseos divinos, acaban escondiéndose sutiles pretextos para justificar intereses económicos –algunos inconfesables–, ambiciones de poder –muchas insaciables–, y personalísimas soberbias –con bastante “santa ira” –. ¡Hasta para hacer que llueva!

Uno, que ya cuenta en su haber con acantilados y precipicios en los que rugen los desencantos y aúllan los espantos, ha conocido a sesudos ateos que de tanto negar a Dios han acabado creyendo en él, y a “piadosos” creyentes que portaban con la misma desfachatez hipócrita la cruz en el pecho que el diablo en los hechos.

Unos cantan “¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva!”, los otros “¡Que no llueva, que no llueva, la bruja de la cueva!”. Cuando la realidad es que tiene que llover a cántaros.

            Mi relación con los charcos es de amor y odio. Mi abuela Encarna, de niño, me regaló unas botas para meterme en los charcos cuando lloviera, y la pertinaz sequía de aquellos años dio lugar a que las botas se me quedaran pequeñas y nunca me las pude poner, ni meterme en los charcos como Dios manda. Desde entonces siempre envidié a Gene Kelly, que pudo cantar bajo la lluvia un año antes de que yo naciera, ¡y meterse en los charcos saltando sobre ellos!

            Yo suelo presumir sin piedad ególatra de media docena de cosas: De haberme casado con mi mujer y de seguir con ella, de llevar 35 años sin fumar, de que Fray Leopoldo siendo yo niño me tuviera en brazos, de que me bautizarán en la misma pila que a Alonso Cano, de que la NASA me diera una beca, y de, como buen “granaíno”, tener registrado el dominio malafolla.es que lleva a mi blog, en el que siempre procuro tender puentes para salvar todos los charcos. Aunque nunca le perdonaré a Gene Kelly que no me esperara a que yo naciera para cantar juntos bajo la lluvia  metiéndonos en los charcos de la alegría, y no en los de crearle desconcierto, miedo y odio al prójimo.

            ¡Ah, presumo de dos cosas más! De cantar por las mañanas mientras me afeito aquello de “pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”, y de cantar el bolero de Manzanero “esta tarde vi llover, vi gente correr…” ¡Y no estaba yo, ni falta que hacía!

Con los años aprendemos que, si en la juventud fuimos capaces de desafiar todas las reglas de los pantanos, ya de mayores nos arriesgamos a secundar todas las excepciones de las sequías, con la esperanza de que algún día podamos sentirnos como cuando no queríamos mojarnos por nada del mundo.

¡Y pensar que yo de mayor quería ser niño y meterme en todos los charcos!

© José María Suárez Gallego

Publicado en Diario JAÉN el viernes 21 de abril de 2023

La Casa de la Ilustración

El Cronista Oficial de Guarromán en el discurso inaugural de la Casa de La Ilustración.

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Durante la segunda mitad del siglo XVIII la Historia de España va a contemplar cómo el espíritu reformador de la Corte de Carlos III alumbrará lo que conocemos como el mejor espíritu de La Ilustración. La pasión de «verlo todo claro» y la manifiesta oposición de los hijos del siglo XVIII a soportar el misterio y el oscurantismo, darán a esta centuria el apelativo de Siglo de las Luces, fenómeno éste que no será privativo de los ilustrados españoles, sino que habría de calar en los “eclairés” franceses, en los intelectuales germanos de la Aufklárung, o en los británicos del Enlightenment. Europa y América van a verse inmersas en una fiebre innovadora que emanaba desde la razón.  

El rey Carlos III, sobre todo después del «Motín de Esquilache», cuya escusa costumbrista fue debida a querer cortar la longitud de las capas largas y subirles las alas a los tradicionales sombreros de ala ancha para dejarlos convertidos en los típicos “tres picos” que tanto identifican la indumentaria del siglo XVIII, buscando que los malhechores no ocultaran su cara tras ellos para delinquir, se rodeará de un equipo de gobierno en el que cada uno de sus ministros tiene una reforma en cartera encaminada a procurarle al pueblo la felicidad que éste no podía lograr por sí mismo. En esta esfera de influencia gravitarán nobles de rancio abolengo, como es el caso del Conde de Aranda, llamado a presidir el Consejo de Castilla, junto a otros nobles como Campomanes, Floridablanca, Múzquiz y Jovellanos, que desde sus puestos de responsabilidad habrán de diseñar los cambios económicos que traerían consigo, sin duda, las pretendidas reformas sociales.

Como primera medida los ilustrados de Carlos III vieron necesario dinamizar las estructuras agrarias, anquilosadas secularmente por los mayorazgos (herencia de los nobles concentrada en el mayor de los hijos) y las manos muertas (propiedades agrarias improductivas de la Iglesia). Se trataba, en suma, de crear una nueva clase de propietarios agrícolas extraídos de los grupos menos favorecidos, senareros y jornaleros primordialmente, a los que se les cederían tierras, 50 fanegas (unas 33 Ha.) por familia, bajo determinadas condiciones de arrendamiento y de usufructo, que hasta el momento habían supuesto para la Real Hacienda unas fuentes de producción mal rentabilizadas, o no explotadas. Se pretendía, a fin de cuentas, propiciar una sociedad modelo cuyos componentes «deben estar destinados a la labranza, cría de «ganados, y a las artes mecánicas, como nervio de la fuerza de un Estado[…porque] todo país en que la agricultura no florece, será siempre desdichado, porque con ella todas las artes se fomentan y adelantan, y sin ella todas se debilitan y se pierden», como dejaría escrito el propio Pablo de Olavide.

La inauguración de un magnífico auditorio en Guarromán con el nombre de la “Casa de la Ilustración” es una buena muestra de que el espíritu ilustrado sigue vigente hoy en este pueblo, y está llamado a ser la luz que haga posible que otros vean. Luz de cultura, luz de conocimiento, luz de respeto, luz de tolerancia, luz que en definitiva apague la mayor de tolas las tinieblas: La obscuridad de la ignorancia.

En mis treinta siete años como cronista oficial de esta Real Población del Sitio de Guarromán, he comprobado que un pueblo es lo que sueña su alcalde. Y Pablo de Olavide nunca pudo imaginar que su sueño como intendente tuviera un tan extraordinario reflejo en el sueño de este alcalde, Alberto Rubio, al que como cronista oficial me uno dispuesto a soñar realidades como ésta en favor de nuestro pueblo y nuestra comarca.

Esta Casa de la Ilustración es, como la propia Ilustración lo fue en el Siglo de las Luces, un faro luminoso que diluye las tinieblas de la incultura promoviendo la capacidad de ser libres desde la dignidad humana, fieles a la letra del himno de Andalucía: “Hombres de luz, que a los hombres, alma de hombres le dimos.”  Ese es el compromiso de la Cultura entendida como un arma cargada de futuro para la libertad y el progreso.

© José María Suárez Gallego

Publicado en el Diario JAÉN el viernes 24 de marzo de 2023

Elogio de los «telecos»

Escuela Politécnica Superior de Linares

Muchas veces, en este paridero de ideas y de textos en el que me paso muchas horas solo enfrentándome al blanco absorto de una cuartilla muerta (cuartilla digital, se entiende), no oigo otra voz que la de Alexa cada vez que le pregunto por el tiempo que va a hacer mañana, o le pido que encienda la calefacción, o me diga el número premiado en el cuponazo del viernes.

            Hay veces que, por pasar la cadencia de las horas muertas, e instalado en la actitud existencialista de que ya no es necesario el fuego eterno porque el infierno son los otros, le pregunto: “Alexa, dime que te parezco”. Y ella desde su corazón de microchip me responde: “Eres lo más. Me flipan tus preguntas”.

            Las comunicaciones hoy en día son la leche (leche desnatada, a ser posible) gracias a los “telecos”, esto es, a los ingenieros de telecomunicación.

            Confieso que siento admiración por los ”telecos”, pues uno me dio la vida, mi padre, y otro me ha hecho abuelo, mi hijo. Y de cada cual me siento orgulloso porque nunca consintió uno, ni ha consentido el otro, que me quedara obsoleto o desfasado ante las tecnologías de mi tiempo para estar comunicado con el mundo.

            El viernes pasado asistí en la Escuela Politécnica Superior de Linares al acto por el cual mi buen amigo y compañero de la Orden de la Cuchara de Palo, el profesor Sebastián García Galán se presentaba ante la comisión evaluadora para ser catedrático de universidad.

            Asistimos a la exposición impecable de su curriculum docente y de investigación impecable. Y antes de exponer su proyecto de basado en investigaciones de bio tecnología aplicada a las enfermedades producidas por arritmias cardiacas y enfermedades respiratorias,  me di cuenta de lo poco qué sabemos de lo que hacen los “telecos”, más allá de los teléfonos móviles e internet.

            Entre ambas intervenciones, el presidente de la comisión de evaluación, el profesor Nicolás Ruíz, catedrático de Teoría de la Señal y Comunicación, junto al resto de los catedráticos en la materia que lo formaban, promovió un debate para que el aspirante a catedrático “se mojara”, amparado en que un catedrático debe dar soluciones desde la universidad teniendo un criterio propio sobre las soluciones que da.

            Una de las cuestiones suscitadas es si han sabido vender los “telecos” su trabajo en tiempos de la pandemia, o se ha diluido entre otros colectivos más visibles.

            ¿Qué sería de nuestra sociedad sin las telecomunicaciones y sin los que las diseñan, las investigan y las hacen posible?

            ¿Qué seriamos sin internet, sin Whatsapp, sin Facebook, sin Twitter, sin Instagram, sin Tik-tok?

            ¿Qué serían de nuestros mayores en la soledad completa, que dice el Himno a la Alegría, de las residencias de mayores en la pandemia?

            ¿Qué sería de la navegación aérea, de la que mi padre formó parte desde los años cuarenta del pasado siglo?

            ¿Qué sería de los servicios de emergencia y del teletrabajo?

            ¿Qué sería de la telemedicina, aunque quieran privatizarnos la sanidad pública?

¿Qué sería de la compañía que le hace la radio a tanta gente en soledad?

            ¿Qué sería de la prensa digital, aunque a veces diga muchas mentiras?

            ¿Qué sería de los que pese a todo dicen tantas verdades en las redes sociales, y de los que dicen tantas mentiras y se las consentimos?

            ¿Qué seria de los blablacar y de los viajes comunitarios de estudiantes?

            ¿Qué hubiera sido de Neil Armstrong cuando frente a la puerta del módulo lunar y al bajar la escalerilla pronunció aquel 20 de julio de 1969, la célebre frase: «Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad» que oímos todos?

            Evito hablar de las guerras y las injusticias retransmitidas en directo como si fueran películas de los sábados por la tarde.

            En 1973 mi padre me regaló un aparato de radio que tenía onda corta. Con el que pude seguir el sufrimiento de muchos chilenos bajo Pinochet. Cincuenta años mas tarde mi hijo todos los días hace una video llamada desde Chile para que veamos a nuestra nieta.

            Muchas gracias “telecos”, sin vosotros el mundo no sería igual, e incluso hasta peor.

© José María Suárez Gallego

Publicado en Diario JAÉN el viernes 24 de febrero de 2023

Cucharas de Palo 2023

La Muy Ilustre y Noble Orden de los Caballeros de la Cuchara de Palo nació oficialmente en Guarromán un diez de marzo de 1990, aunque su protohistoria hay que situarla el día de Nochebuena de 1983, que fue cuando sus primeros miembros comenzaron a reunirse evocando una tradición de los colonos alemanes y suizos que repoblaron Sierra Morena. Sus antecedentes hay que buscarlos en el siglo XVIII, cuando en 1767 con la promulgación del Fuero de Población por el rey Carlos III, se crearon las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, la llamada tierra de Olavidia, entre las que se encuentra Guarromán, la Carolina, Carboneros etc., con colonos venidos en su mayoría de Centroeuropa (Alemania y Suiza), y algunos otros de Galicia, Cataluña y Valencia.

Se pretendió entonces hacer una sociedad modelo de agricultores, en la que se reconocía por primera vez el derecho a la enseñanza primaria de los niños, y el reconocimiento al trabajo de la mujer, así como el derecho a elegir por votación a los alcaldes de cada departamento, los cuales hacían también funciones de jueces de paz.

Esta elección tenía lugar cada 24 de diciembre a las tres de la tarde, en casa del alcalde saliente, pues el cargo tenía una duración de un año que comenzaba a regir desde el día uno de enero. Cada día de Nochebuena, a las tres de la tarde, acudían los cabezas de familia a elegir a su alcalde, y por ser día tan señalado y víspera de festivo,  aquellos agricultores de olivos estaban dispensados de las faenas agrícolas durante esa tarde, por lo que después de haber votado se quedaban a comer en casa del alcalde saliente, quien invitaba a los 10 o 12 cabezas de familia de su departamento, como acto de buena vecindad y anticipando la tradicional cena de Nochebuena.

El día uno de enero todos los alcaldes elegidos eran invitados en su palacio a una comida por Pablo de Olavide, superintendente y artífice de las Nuevas Poblaciones, según consta Archivo Histórico Nacional  (Inquisición, leg. 1.862, nº 14)

Cumplimos ahora treinta tres años de existencia formal e ininterrumpida, y haremos entrega mañana en Linares de los galardones correspondientes a la edición de este año de los Premios Nacionales Cuchara de Palo, que han recaído en los siguientes personajes e instituciones:

A la Indicación Geográfica Protegida IGP Aceite de Jaén, que preside nuestra apreciado exrector y maestro en eficiencias, el catedrático (y muchas cosas más) Manuel Parra Rosas.

Al Parque Natural Despeñaperros por su peculiar y excelente gastronomía del zaguán de Andalucía, premio que recogerá María José Lara Serrano, Delegada territorial en Jaén de la Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, de la Junta de Andalucía, en representación de todos los que hacen posible cada día. 

Al maestro cantaor de flamenco y artista andaluz de los de quitarse el sombrero, José Mercé.  

A Javier Zafra por su documentado libro “Sabores de Sefarat” en el que se ponen de manifiesto los secretos de la gastronomía judeoespañola,

A Felipe Reyes, histórico y laureado jugador de baloncesto español, vinculado con Jaén, que siempre ha dado muestras del deporte como un referente de valores éticos para los más jóvenes.

Al escritor y periodista Antonio Pérez Henares, presidente de la Asociación Nacional de Novela Histórica.

Y a Íñigo (Pérez) Urrechu, chef del Restaurante Zalacaín, primer restaurante en España que obtuvo una estrella Michelin.

En la actualidad la Orden de la Cuchara de Palo no sólo trata de que sus miembros ejerzan como notables amantes de la buena mesa, sino de que difundan igualmente desde sus diferentes responsabilidades profesionales las bondades saludables, gastronómicas y terapéuticas de la cocina que se oficia en la geografía española con aceite de oliva virgen extra, y pretende ser también un agente dinamizador de las investigaciones y los estudios sobre el aceite de oliva virgen extra, en particular y, de forma general, sobre la Cultura y la Dieta Mediterránea.

¡Y sin desfallecer seguimos con la esclavina y el mandil puesto!

© José María Suárez Gallego

Publicado el viernes 27 de enero de 2023 en Diario JAËN

De Olavide a Olavidia

Pasado mañana, domingo, comenzamos un 2023 cargado de expectación, incertidumbre e ilusión, los tres ingredientes básicos de los que están hechas todas las nocheviejas las uvas de las doce campanadas.

            Para la tierra en la que vivo, la Olavidia ilustrada con la que soñó el intendente Olavide para sus colonos centroeuropeos, en este año se conmemoran tres efemérides que forman parte de los referentes de lo que hemos sido, somos y pretendemos seguir siendo como territorio y proyecto de futuro.

            En la primavera conmemoraremos el cuarenta aniversario de la celebración del Primer Congreso Histórico sobre Nuevas Poblaciones. Un grupo de jóvenes entusiastas (cuarenta años menos que hoy, evidentemente) se pusieron manos a la obra para que con rigor científico y mucho entusiasmo,  se pudiera contar la historia de nuestra presencia aquí. Las aventuras y desventuras de aquellos que levantaron nuestras casas, cultivaron nuestros campos, canalizaron nuestras fuentes, abrieron nuestros caminos, tendieron nuestros puentes, parieron nuestros vivos y enterraron nuestros muertos. Todo ello sin abandonarse al fácil chauvinismo, sin descuidar el rigor científico y de la forma más honesta posible.

            Nueve congresos se han llevado a cabo desde entonces sobre la historia, la arquitectura, el urbanismo, la sociología y la cultura tradicional de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía. Miro hacia atrás y veo todos los que ya nos faltan y recuerdo la cita de Andy Warhol “La idea no es vivir para siempre, la idea es crear algo que sí lo haga». Cuarenta años después aprecio que todos ellos (citándolos uno a uno correría el riesgo de que se me olvidara injustamente alguno) siguen vivos en lo que construyeron y en el compromiso aprendido de que más que llegar a maestros se trata de no dejar de ser aprendiz cada día. Miro atrás y con emoción compruebo que tristemente ya no están físicamente entre nosotros ¡pero siguen vivos en sus obras, sus textos y en nuestros recuerdos!

Los congresos sobre Nuevas Poblaciones han sido, y esperamos que lo sigan siendo en el futuro, el vértice en el que se ha mantenido en equilibrio la aportación académico-universitaria, la voz popular y el apoyo de la administración local. De ahí que estos pueblos de historia corta hayan buscado sus señas de identidad a través de estos eventos académicos. Se ha hecho necesario y urgente divulgar sus conclusiones, porque además de sembrar conocimientos se han alimentado raíces que se han ido trocando en ramas y frutos de progreso.

Una vez más me viene a la imaginación la arenga del jefe de la expedición de los primeros colonos que coronaron el Puerto del Rey en Despeñaperros durante el duro invierno de 1767: “¡Cuanto más arrecie la tormenta y sintáis como truenos los latidos del miedo y del desánimo, anudaos unos a otros por los brazos, levantad la cabeza, y avanzad, avanzad, siempre avanzad, que si alguno se rinde lo llevaréis en volandas y no caerá! ¡Avanzad, avanzad porque os espera el arcoíris!”

La tierra de Olavidia es hoy ese arcoíris de procedencias, idiomas, ideas y sueños por ser realizados. El Fuero fue entonces, y sigue siendo hoy, el arcoíris de esperanzas en una tierra prometida y un mundo mejor después de haber soportado todas aquellas tormentas,  ¡ …y por qué no decirlo, los vientos en contra de los que no soplan a favor de nuestras velas, que haberlos siempre haylos!

Este 2023 conmemoramos también el 35 aniversario de cuando se plantó en 1988, bicentenario de la muerte de Carlos III, una encima en el parque de la Fuentecilla de Guarromán sobre el lecho de tierra de todos los municipios surgidos del Fuero de 1767. Aquella encina campea hoy en el centro del escudo y la bandera de lo que entonces se denominó como la Mancomunidad Cultural de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía “Olavidia”.

También en este año que entramos conmemoramos el 120 aniversario de la muerte del Intendente Pablo de Olavide, enterrado en Baeza.

¡El Fuero y Olavidia siguen vivos en 2023,  seguimos navegando en este mar de olivos!

© José María Suárez Gallego

Publicado el viernes 28 de diciembre de 2022 en Diario JAÉN

Pegarle a una mujer

Mira, paisano, tal vez el hombre no le haya perdonado a la mujer la pérdida del Edén. No me habrás de negar que toda la cultura de Occidente se sustenta en los puntos cardinales de aquella mítica leyenda de la manzana y la serpiente. El recelo por la pérdida del paraíso sigue arraigado en la sociedad que soportamos después de siglos de ver y considerar a la mujer como la esclava del dios que todo varón cree llevar dentro. Las tres culturas –la judía, la árabe y la cristiana— que nos han amamantado,  no han hecho otra cosa que pasarle factura a la mujer por el paraíso perdido.

Eso de maltratar a la mujer se ha tomado tradicionalmente a pitorreo. Un motivo de risa fácil de la “grasia sandunguera” que tiene en sí pegarle a una mujer. Recordemos la letra de la pelea en broma de nuestro paisano Juanito Valderrama con Dolores Abril: “No es hombre ni bien nacío / el que ofende a una mujer, / si no le da su querer / y luego la tira al río, /con una piedra en los pies.”

 ¿A que tiene “grasia”, paisano, eso de dar el querer –es decir coyunda sexual– y luego tirarla al río?  Esta otra es más “grasiosa”, si cabe: “Ni pegarle a la mujer, aunque sea mala, /no reñirle ni pegarle, / cogerla por el pescuezo, / con mucha fuerza apretarle, / se quita del mundo un hueso”.

La copla y el flamenco no han hecho otra cosa que hacerse eco del vivir y del mal vivir de la mujer maltratada, eso sí, pero con mucha “grasia”, que es la forma más didáctica de adiestrar a nuevas generaciones de hombres en eso de “pegarle a una mujer”

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El refranero no se queda atrás a la hora de poner a cada uno en su sitio: “El tocino en la olla, el hombre en la plaza y la mujer en la casa«. Así, en el Refranillo de la Alimentación, de Castillo de Lucas, edición de 1940, se puede leer esta perla: «La olla sirve para sacar a la familia adelante y la vara para llevar a buen camino al descarriado, ya fuera hijo o mujer«.

Años más tarde Pepe Blanco elogiaría el cocido, esencia de los valores patrios y salvador de familias modestas, haciendo un acto de fe nacional y de lo «nuestro» y un desprecio de todo lo foráneo: “No me hable usted de los banquetes que hubo en Roma, / ni del menú del hotel Plaza de Nueva York, / ni del faisán, ni de los foigrases de paloma…”

Ironías del destino, el paté de perdiz, encuadrado en los «foigrases de paloma» de Pepe Blanco, es hoy por hoy un plato señero en la gastronomía provincial, sin que por ello se haya renunciado a nuestro santo y seña cultural.

“Demófilo”, seudónimo del padre de Antonio y Manuel Machado, fue un intelectual perteneciente a la Institución Libre de Enseñanza y muy vinculado al estudio de nuestro folklore. Con la ayuda del cantaor Juanelo de Jerez recopiló las coplas anónimas que se cantaban en las reuniones de finales del siglo XIX por la Baja Andalucía. En esa «Colección de cantes flamencos» publicada en 1881, el machismo tradicional está reflejado en letras como éstas, a propósito de la pérdida del Edén:  “Una mujer fue la causa / de la perdición primera; / que no hay mal en este mundo / que de mujeres no venga”. O estas otras: “Cómo vivirán los moros / teniendo tantas mujeres, / si aquí con una nos sobra / «pa» que el diablo nos lleve“. “Con la mujer pasa igual / que con un cortijo a renta, / que la tienes que dejar / cuando no te tiene cuenta”. “Te den un tiro y te maten / como sepa que diviertes / a otro gachó con tu cante”.

Hay muchas más, pero no es necesario seguir para demostrar lo evidente.

Canciones como la «Glosa a la soleá» de Pepe Pinto: “Toito te lo consiento / menos faltarle a mi mare, / que a una mare no se encuentra / y a ti te encontré en la calle”, no hacen más que evidenciar la pasión esquizoide del hombre por la mujer, siempre a caballo entre la madre y la compañera.

A los hombres, paisano, nos sobra necedad para perder por sí solos todos los paraísos posibles. Ese es en el fondo el infierno y la tragedia irremediable de la mujer.

De los del Reggaetón y los negacionistas de esta salvajada hablaremos otro día, paisano.

© José María Suárez Gallego

Publicado en Diario JAÉN el viernes 2 de diciembre de 2022.

Sobre la mala leche

«La lechera». De Johannes Vermeer (Fecha del cuadro 1658-1660)

Tenía mal genio la hermana Sacramento, cocinera de aquel convento de clarisas, cuando se le preguntaba a media mañana qué había de comer para el almuerzo, no dando más respuesta en su santo enojo que un mandilazo en el aire y un lacónico: «Una leche frita en sartén de palo». Cosa imposible a todas luces pues si bien sí hay una forma de pasar la leche por la sartén, habrá de ser ésta de hierro y con buen aceite de oliva virgen extra.

            Todas las culturas han tenido en buena estima la leche, hasta tal punto de que es el hombre el único mamífero que sigue «mamando» de adulto, y si no lo hace de la misma manera que cuando era un niño es sólo por guardar el decoro, aunque no falte quien derroche ingenio para seguir «chupando del bote» pues siempre se  ha oído decir que el que no llora no mama.

            Aun siendo tan apreciada la leche cuando pasa por el gaznate, es muy denostada cuando la pasamos por la lengua que hablamos. Así, es sinónimo agresivo cuando se dice «te voy a dar una leche», o despectivo y sin cuidado cuando se contesta «pues me importa tres leches», o toma el rango de ilustre apellido cuando nos referimos a aquel varón de origen incierto que andaba escaso de vista, un tal Pepe Leches.

            El propio sabio Avicena diría: «Existen entre la leche y el organismo relaciones cuya causa se nos escapa», y sus propiedades beneficiosas han sido reconocidas por todos los más antiguos sabios, los cuales le han otorgado la capacidad de acrecentar la belleza, de enriquecer la memoria y de curar la tristeza. Pero desde que el mundo es mundo y existen ubres, siempre ha surgido el problema de cómo conservarla una vez salida de ellas. Así, el modo más antiguo de hacerlo ha sido salándola y convirtiéndola en queso, para lo cual sumergían en ella el cuajo de un cordero o cabrito metido en una muñequilla. Se obtenía el famoso requesón y el queso fresco que, en nuestros zocos árabes, como dice Ibn Razín, se freía en sartén, sin huevos, y se espolvoreaba de pimienta y canela, o bien se aderezaba con miel y con higos. Cuando se calentaba la leche entera y se retiraba al comenzar a hervir se obtenía de su nata la mantequilla. Y cuenta la leyenda que un joven hijo de Alá, nómada y asiduo compañero de caravanas, al comenzar un viaje, por error llenó la bolsa de cuero de  leche y no de agua. El calor del sol y las bacterias de la bolsa, junto a la sorpresa del viajero que esperaba beber agua, convirtieron el cuajo de la leche en lo que habría de llamarse yogurt, de textura suave y sabor agradable.    

            Pero la cruzada por conservar tan rico alimento no hubo de terminar, y así hemos visto en viejos libros que, si difícil puede parecer freír la leche, tarea más complicada debe ser el destilarla, y ya lo hacían los tártaros con leche gorda de jumenta, la más apreciada, y cuentan las viejas crónicas que emborrachaba como la que más, si bien es cierto que mezclada con vino a partes iguales era muy buena contra la ictericia y contra la calentura cuartana.

            Había tomado los hábitos la hermana Sacramento en Calabazanos, a orilla del río Carrión cerca de Palencia, y al pasar por el convento de Baeza aprendió a conservar la leche con la vieja receta de alguna monja de padres judíos conversos, que seguían viendo en la sartén y el aceite de oliva la mejor forma de huir de la manteca de cerdo. La hermana Sacramento preparaba la leche frita con angelical mano y como postre para los invitados de alta dignidad y para las fiestas de mucho guardar, aunque también la freía en sartén de palo cuando las novicias entre maitines y nonas buscaban su asueto en la cocina haciéndola rabiar por mejor pasar el tiempo.

            Mi apreciada Silvia Peláez, coartífice de ese sueño real llamado Quesos y Besos, capaz de elaborar Olavidia, el mejor queso del mundo, en nuestra tierra, me comentaba lo canutas que lo están pasando los pequeños productores de leche. Y caigo en la cuenta de que la mala leche donde más abunda es en los despachos, lugar al que tristemente no llega la hermana Sacramento repartiendo sartenazos de palo.

© José María Suárez Gallego 

Publicado en Diario JAÉN el viernes 4 de noviembre de 2022