Cucharas de Palo 2023

La Muy Ilustre y Noble Orden de los Caballeros de la Cuchara de Palo nació oficialmente en Guarromán un diez de marzo de 1990, aunque su protohistoria hay que situarla el día de Nochebuena de 1983, que fue cuando sus primeros miembros comenzaron a reunirse evocando una tradición de los colonos alemanes y suizos que repoblaron Sierra Morena. Sus antecedentes hay que buscarlos en el siglo XVIII, cuando en 1767 con la promulgación del Fuero de Población por el rey Carlos III, se crearon las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, la llamada tierra de Olavidia, entre las que se encuentra Guarromán, la Carolina, Carboneros etc., con colonos venidos en su mayoría de Centroeuropa (Alemania y Suiza), y algunos otros de Galicia, Cataluña y Valencia.

Se pretendió entonces hacer una sociedad modelo de agricultores, en la que se reconocía por primera vez el derecho a la enseñanza primaria de los niños, y el reconocimiento al trabajo de la mujer, así como el derecho a elegir por votación a los alcaldes de cada departamento, los cuales hacían también funciones de jueces de paz.

Esta elección tenía lugar cada 24 de diciembre a las tres de la tarde, en casa del alcalde saliente, pues el cargo tenía una duración de un año que comenzaba a regir desde el día uno de enero. Cada día de Nochebuena, a las tres de la tarde, acudían los cabezas de familia a elegir a su alcalde, y por ser día tan señalado y víspera de festivo,  aquellos agricultores de olivos estaban dispensados de las faenas agrícolas durante esa tarde, por lo que después de haber votado se quedaban a comer en casa del alcalde saliente, quien invitaba a los 10 o 12 cabezas de familia de su departamento, como acto de buena vecindad y anticipando la tradicional cena de Nochebuena.

El día uno de enero todos los alcaldes elegidos eran invitados en su palacio a una comida por Pablo de Olavide, superintendente y artífice de las Nuevas Poblaciones, según consta Archivo Histórico Nacional  (Inquisición, leg. 1.862, nº 14)

Cumplimos ahora treinta tres años de existencia formal e ininterrumpida, y haremos entrega mañana en Linares de los galardones correspondientes a la edición de este año de los Premios Nacionales Cuchara de Palo, que han recaído en los siguientes personajes e instituciones:

A la Indicación Geográfica Protegida IGP Aceite de Jaén, que preside nuestra apreciado exrector y maestro en eficiencias, el catedrático (y muchas cosas más) Manuel Parra Rosas.

Al Parque Natural Despeñaperros por su peculiar y excelente gastronomía del zaguán de Andalucía, premio que recogerá María José Lara Serrano, Delegada territorial en Jaén de la Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, de la Junta de Andalucía, en representación de todos los que hacen posible cada día. 

Al maestro cantaor de flamenco y artista andaluz de los de quitarse el sombrero, José Mercé.  

A Javier Zafra por su documentado libro “Sabores de Sefarat” en el que se ponen de manifiesto los secretos de la gastronomía judeoespañola,

A Felipe Reyes, histórico y laureado jugador de baloncesto español, vinculado con Jaén, que siempre ha dado muestras del deporte como un referente de valores éticos para los más jóvenes.

Al escritor y periodista Antonio Pérez Henares, presidente de la Asociación Nacional de Novela Histórica.

Y a Íñigo (Pérez) Urrechu, chef del Restaurante Zalacaín, primer restaurante en España que obtuvo una estrella Michelin.

En la actualidad la Orden de la Cuchara de Palo no sólo trata de que sus miembros ejerzan como notables amantes de la buena mesa, sino de que difundan igualmente desde sus diferentes responsabilidades profesionales las bondades saludables, gastronómicas y terapéuticas de la cocina que se oficia en la geografía española con aceite de oliva virgen extra, y pretende ser también un agente dinamizador de las investigaciones y los estudios sobre el aceite de oliva virgen extra, en particular y, de forma general, sobre la Cultura y la Dieta Mediterránea.

¡Y sin desfallecer seguimos con la esclavina y el mandil puesto!

© José María Suárez Gallego

Publicado el viernes 27 de enero de 2023 en Diario JAËN

Pan «El Maestre»

El pan «El Maestre» saliendo del horno de leña de la Tahona Donaire https://tahonadonaire.es/.

Hace unos años, hablando con el recordado Alfonso Sánchez Herrera, el primer alcalde Comendador de la Orden de la Cuchara de Palo, durante la comida posterior a un jurado gastronómico, me refería que los alcaldes y los cronistas oficiales somos “carne de callejero”, pero no éramos responsables de todo lo malo que podría ocurrir en una calle a la que pusieran nuestro nombre. Él me comentó que el suyo se lo habían dado al recinto ferial de Jaén, y que agradecía la deferencia porque allí nunca pondrían un tanatorio y sí lugares de diversión para sentirse felices . Le dije que yo prefería más que mi nombre en una calle, en un pasodoble, o en un combinado para tomar en una verbena, o en el de un pan artesano para desayunarlo con aceite una plácida mañana de domingo. Todas esas circunstancias son felices, sin exponerte a que tu nombre quede unido a una posible tragedia que pueda suceder en “tu” calle.

Al día de hoy aún no he hecho méritos para que suene en una caseta de feria un pasodoble con mi nombre, ni que nadie brinde con el “chin chin” de mis apellidos por la vida que comparte con quiénes se siente feliz de compartirla. Pero sí ha querido mi buen amigo el carolinense Manuel Donaire Marín, a la sazón Comendador del Pan de la Orden de la Cuchara de Palo, de forma generosa que el pan artesano con el que ha concurrido y ha sido seleccionado en la Ruta del Buen Pan de Andalucía lleve el nombre de “El Maestre”, en honor de quien ejerce el cargo de Maestre Prior en la Orden de la Cuchara de Palo, que es quien modestamente suscribe estas líneas.

El pan “El Maestre” está elaborado con tres harinas semiintegrales: trigo, espelta y centeno, que integran partes de la corteza del grano y por el proceso de molturación conservan el germen; y por harina de kamut que es una de las variedades de trigo más antiguas que se conocen, hasta tal punto que se le llama el trigo de los faraones y en concreto de Tutankamón; de sabor dulce y agradable, rico en hidratos de carbono complejos, proteínas y grasas poliinsaturadas, mayormente omega 6, minerales y una amplia gama de vitaminas. Completa la receta de este pan unos granos de centeno y sarracenos tostados, masa madre natural de cultivo propio, agua y sal. El proceso se culmina con un amasado lento, un reposo de tres horas, una fermentación en frio de veinte horas, y una cocción en horno de leña.

Ni que decir tiene que este pan ungido con aceite de oliva virgen extra en el desayuno me hizo evocar la otra mañana los tres pilares que sostienen la historia y la cultura milenaria de los pueblos del Mediterráneo: El pan, el vino y el aceite, o lo que es lo mismo, el trigo, la vid y el olivo, como los cultivos tradicionales que han sustentado su gastronomía y su filosofía.

Ciertamente, el proceso de adaptación a los nuevos tiempos de la elaboración del aceite, del vino y del pan, ha corrido suertes distintas. Mientras que en el caso del aceite y del vino el alejamiento de los sistemas tradicionales de producción ha hecho posible que se obtenga unos aceites y unos vinos de una excelente calidad, a la vista está, en el caso del pan la tecnificación de sus procesos ha dado lugar a ese cartel terrorífico que hemos podido ver en bastantes supermercados de “tres barras un euro”, que podrá darnos noticia de lo barato que venden el pan, si eso realmente fuera pan y no un sucedáneo con el que llenar la andorga por poco precio.

Esto ha hecho posible que cada vez sea mayor el número de panaderos que hayan optado por regresar a la tradición artesana de la elaboración del pan. Tarea que requiere más trabajo y más dedicación, pero que premia a los amantes de la buena mesa al poder  disfrutar de un pan más rico y más saludable, siempre que quien lo deguste sepa valorar también su precio justo, como ya ha ocurrido con el aceite y con el vino, a la hora de disfrutar de una buena comida.

Agradezco al maestro artesano Manuel Donaire la gentileza del pan “El Maestre”, y prometo estar a la altura de su miga y su corteza.

© José María Suárez Gallego

Publicado en Diario JAÉN el viernes 27 de mayo de 2022

El Comendador del Pan de la Orden de la Cuchara de Palo, el maestro panadero Manuel Donaire Marín, entrega el pan «El Maestre», declarado como uno de los mejores panes artesanos elaborados en Andalucía, al Maestre Prior de la Orden de la Cuchara de Palo, José María Suárez Gallego, en el Restaurante y Anticuario Las Tinajas de Guarromán, Sede Matriz de la Orden.

Cronistas en Baeza

La ciudad de Baeza acoge desde hoy y hasta el próximo domingo día 6, el XLV Congreso Nacional de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales (RAECO), que preside S.M. el Rey. Se han inscrito 72 cronistas, de los cuales 12 pertenecen a esta provincia y dos a la asociación homónima en Méjico. Se alcanza el número de 150 participantes que presentarán y debatirán 60 comunicaciones de carácter histórico y etnográfico de los diferentes pueblos y ciudades de España, si bien una cuarta parte de ellas están dedicadas al estudio de Baeza y la proyección de su arquitectura del Renacimiento, y a su Universidad, que en este año conmemora los 477 años de la concesión por parte del papa Paulo III, en 1542, de la potestad de conceder los grados de bachiller, maestro, licenciado y doctor.

            Este congreso cuenta con el patrocinio del Ayuntamiento de Baeza a través de la especial implicación de su alcaldesa Lola Marín, como con el tradicional apoyo que la Diputación de Jaén le viene otorgando a los cronistas oficiales desde la creación en 1993 de la Asociación Provincial “Reino de Jaén”.

            Será precisamente el cronista oficial de Baeza, José Luis Chicharro Chamorro, el encargado de pronunciar la conferencia inaugural bajo el título “Baeza en el tiempo”.

            No es la primera vez que afirmo que me considero un enamorado de Baeza, tal vez porque en sus calles, entre sus piedras cristianas, judías, moras, medievales y renacentistas, resuena el eco de tantas buenas vibraciones que he sentido en ella. Baeza no es una ciudad en la que perderse, más bien es una ciudad en la que encontrarse consigo mismo, en el silencio inmenso que emana del murmullo de sus emociones.

            Esta sensación la he experimentado en varios ámbitos personales que han hecho que Baeza al final acabara estando en el norte de la brújula de mis pasiones y mis devociones. Este año precisamente, y hasta diciembre, Baeza es la Ciudad de la Orden de la Cuchara de Palo, que me honro en presidir, como reconocimiento a su labor para poner en valor lo mejor de la gastronomía provincial. Los Premios Nacionales Cuchara de Palo de esta edición anual se entregaron en enero en el magnífico auditorio del Convento de los Trinitarios Descalzos, siendo investidos en ese acto la alcaldesa de Baeza y el cronista oficial de la ciudad, José Luis Chicharro Chamorro, como comendadores de la Orden, portando la esclavina granate en memoria de Pablo de Olavide, otro de los nexos de unión emocional que unen las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, de las que Olavide fue su superintendente, forjador y alma mater, y cuyos restos descansan en el templo baezano de San Pablo. El 8 de diciembre de 1990, festividad de la Inmaculada Concepción, Patrona de las Nuevas Poblaciones, y dentro de los actos del IV Congreso Histórico, se colocó una placa de piedra artísticamente esculpida y labrada en la puerta posterior del templo de San Pablo que recuerda que en esa iglesia descansan los restos de Olavide. En calidad de secretario de organización de aquel congreso, redacté, diseñé, encargué y pagué (100.000 pesetas de la época), lo que siempre ha supuesto en mi una emoción añadida a mi relación con Baeza desde el recuerdo al Intendente Olavide.

El 25 de febrero de 2018, coincidiendo con el 215 aniversario de la muerte de Pablo de Olavide, la Comisión Nacional para la Conmemoración del 250 aniversario de la promulgación de Fuero de 1767 por el que se fundaron las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, nos congregamos en Baeza ante la placa que recuerda al intendente en la iglesia de San Pablo, honramos su memoria, y la de todos los que asistieron a su colocación 28 años antes y ya nos faltan, con una corona de ramas de olivo y laurel enlazadas por los colores celeste, blanco y verde de la bandera de Olavidia.

Pero también he sentido en Baeza la emoción de Antonio Machado, a quien también la Orden de la Cuchara de Palo le rindió un emotivo homenaje en el paraninfo y el aula en la que impartió clases en el Instituto de la Santísima Trinidad. ¡Baeza es ante todo la pasión por una emoción!

© José María Suárez Gallego

Publicado en Diario Jaén el viernes 4 de octubre de 2019

…Y el pan

Cesta de pan. Salvador Dalí (1926)

           Recuerdo de niño cuando sentados entorno a la mesa dispuestos para comer, era mi padre quien con sus manos troceaba y repartía el pan, costumbre ésta que heredó de su padre, mi abuelo, intuyendo que él lo habría visto hacer también a mi bisabuelo. Años más tarde percibí en aquella liturgia cotidiana el símbolo sencillo de la acción de entregarnos los frutos de su esfuerzo y de su incondicional trabajo honrado. A continuación, era mi madre quien nos llenaba los vasos con agua que vertía desde una jarra de cristal cuya boca adornaba un pañito blanco rematado con filigranas de croché, posiblemente tejidas por mi abuela una soleada tarde de primavera.

                Recuerdo también uno de los momentos más emotivos de mi vida, cuando en la cena de nochebuena del año en el que murió mi padre, y como hijo mayor me hube de sentar en su sitio y partir el pan para mi madre y mis hermanos, y el resto de la familia.

            Nunca hasta entonces habían logrado mis manos presentir el saboraje místico del pan, porque hasta ese momento no había dejado de ser un mero reclamo consumista y prosaico de “3 barras un euro”. En ese instante el trozo de pan en mis manos era la geometría presente de una ausencia irresoluble, pero no irrenunciable.

            Ese día supe que sólo una cosa compite con nuestro aceite de oliva virgen extra a la hora de ponerle emoción a un trozo de pan: las dos lágrimas que llegaron hasta mi bigote al sentirme parte de la liturgia de repartir el pan en paz y como hermanos desde la emoción del recuerdo a mi padre.

            En los pueblos del Mediterráneo tres han sido los cultivos fundamentales que han articulado su identidad gastronómica común: el trigo, el olivo y la vid, o lo que es lo mismo: el pan, el aceite y el vino. Estos tres productos no sólo han servido para alimentarnos, sino que han sido también tres referentes culturales de la idiosincrasia de los pueblos mediterráneos: la mística del pan, el carácter lúdico del vino y el sentido mágico del aceite, puestos de manifiesto en nuestra cultura popular cuando al caerse un trozo de pan al suelo era costumbre besarlo al recogerlo; o lo que sentenciaba  el poeta de la Grecia antigua Eurípides al afirmar que donde no hay vino no hay amor; o la magia del aceite de oliva con el que nos ungen cuando venimos a la vida y cuando nos vamos de ella, además de hacer mágico el pan de las tostadas de cada mañana.

            Pero esta sociedad eminentemente consumista que ha hecho de los sucedáneos su primer estandarte gastronómico, ha ido redimiéndose buscando la autenticidad del mundo del vino, y más recientemente del aceite, por el sendero de la calidad y de la excelencia.

            Esta asignatura pendiente la tiene aún el pan, que a diferencia del vino y del aceite que han descubierto que sólo abandonando los métodos tradicionales de elaboración se puede avanzar en calidad del producto, en el caso del pan ha tenido un efecto inverso: a mayor tecnología de elaboración, peor calidad obtenida del producto.

            Sin lugar a duda, unos cuidados vinos, unos aceites de oliva virgen extra premium, se merecen –y nos merecemos– un pan como “Dios manda”, y no engendros de masas precocidas para ser recalentadas que se venden como reclamos de ofertas a precios bajos en los supermercados. Pero sin llegar en ningún caso a las exageraciones hiperbólicas del refranero: “El pan con ojos; el queso sin ojos; y de vino hasta los ojos”.

            El próximo día 27, día de reflexión electoral, la Orden de la Cuchara de Palo celebrará su “capítulo guarromántico” (comida romántica en Guarromán) dedicado a ensalzar con mucho amor las bondades del pan junto al vino y el aceite.

            En ese capítulo será investido como Comendador del Pan el reconocido tahonero carolinense Manuel Donaire Marín, que pertenece a la Asociación de Panaderos Artesanos “Panespan”, y cuya encomienda no es otra que mostrarnos el camino hacia “panem verum”, el pan verdadero y artesanal.

            El pan sigue conservando hoy, pese a todo, su áurea mística cada vez que descubrimos que la palabra compañero tiene su raíz etimológica en “los que comparten el pan”, en paz y como hermanos.

©José María Suárez Gallego (Publicado en Diario Jaén el viernes 5 de abril de 2019)