
Michael Jacobs, Manolo “El Sereno” y José María Suárez Gallego el uno de enero de 2002 en la Aldea de Los Ríos, Guarromán.
Dicen las estadísticas que somos en la provincia de Jaén los andaluces que más nos resistimos a abandonar el terruño, siendo al mismo tiempo los que menos nos va eso de irnos a las grandes metrópolis. Por el contrario, es Jaén la provincia que en cifras relativas recibe a más extranjeros decididos a establecerse entre nosotros.
Atrás quedaron los años de aquella década que llamaron prodigiosa –la de los sesenta del pasado siglo XX– cuando los planes desarrollistas de entonces tuvieron como “efectos colaterales no deseados” el desprestigio del mono de trabajo; toda madre quería entonces para su hijo, evidentemente, una bata blanca de médico antes que un mono de peón, ocurriendo que terminaron los médicos vistiendo unos monos color verde quirúrgico, y los currantes de los talleres mecánicos la bata blanca que los ilustres doctores en medicina abandonaron con la llegada de los nuevos tiempos. Se desacreditó también entonces la bicicleta de ruedas grandes y barra en medio como saludable vehículo sostenible por el sólo hecho de haber sido el símbolo de una posguerra de hambrunas llena de estraperlos y cartillas de racionamiento; pero, sobre todo, y esto es lo más grave, por aquellos entonces surgió un sentimiento de vergüenza para todos los que eran de pueblo, encargándose algún cine ramplón de ridiculizar a cuantos paletos, catetos, cazurros, garulos, castrojos, maquetos y charnegos no habían emigrado aún desde la desesperación y el abandono de sus pueblos hacia los cinturones industriales de Madrid, Barcelona y Bilbao. Nadie quería entonces parecer de pueblo, y en las escuelas se enseñaba a los niños y a las niñas a hablar “finolis” y a tener ademanes de ciudad, que por lo visto era lo mejor que se podía ser entonces.
Nos ha dejado el entrañable “hombre de pueblo” Manolo “El Sereno”, protagonista de La fábrica de la Luz(Ediciones B, 2010) del escritor británico-frailero, Michael Jacobs, paradigma del “espíritu de pueblo” que tristemente va diluyendo la paradoja del “progreso globalizado” como un espejismo del desierto.
(Publicado Diario JAEN el domingo 3 febrero de 2013)