En el principio
— me refiero al principio cuando
Dios se contemplaba —
era el hombre un archaeópterix del Jurásico
sin saber si era ave o reptil
desdoblando para volver a doblar
la duda
de la perfección equilátera
de una lección primera
con sus plumas
sus escamas
y su panza marrón
se contemplaba
— eternamente se contemplaba —
en el paraíso
sin saber si era ave o reptil
y se sintió solo
con una soledad amarga
a manzana
que no comprendió jamás
El hombre
aprende
— no sé cuándo
os lo aseguro —
a coger los días
por sus aristas cortantes
y no desangrarse
y se traga el miedo
ante la llamada del tiempo
se muerde las uñas
cambia las gafas de posición
y se siente solo
como el verso desnudo
del poema de dos palabras
SI NO
El hombre
permanece de pie
con los zapatos en la mano
observando el agujero
por el que se evaporan
con hedor insoportable
las ideas
de dos palabras
SI NO
Y no se mueve
no es capaz de moverse
Espera
cargado de eternidades
a los días que llegan desnudos
tremolando en el viento
la desnudez de dos palabras
SI NO
y se marchan
con un manojo de pétalos
bajo el brazo
los días indiferentes
con sus colores negros y rojos
si apenas le miran y se alejan
errabundos
sin el destino de dos palabras
SI NO
El hombre les grita
¿Por qué os lleváis las flores
de mi jardín?
¡Son de Gorgoola!
Y el hombre
vuelve a aprender
desde el principio
la historia de las cosas
No se mueve
no es capaz de moverse
En el principio
era el hombre en el Olimpo
un dios sin aureolas
vagando entre los dos filos
de la navaja
¿SI? ¿NO?
(A veces Gorgoola con sus silencios me evoca la desbandada
en bicicleta miseria y miedo de la gente de Saigón
cuando los helicópteros volaban la jungla como walkyrias
buscando un Apocalípsis de usar y tirar)
© José María Suárez Gallego