Pan y agua

 

cesta de pan de Dali

«La cesta de pan» de Salvador Dalí (1926)

Uno de los recuerdos infantiles más arraigados en mi memoria, es ver a mi padre, llegada la hora de la comida, partiendo el pan con sus manos y dándonos a cada uno nuestro trozo correspondiente. Años más tarde percibí en aquella liturgia cotidiana, y nada ampulosa, el símbolo sencillo de la acción de entregarnos los frutos de su esfuerzo incondicional y de su trabajo honrado.

Acto seguido era mi madre quien nos llenaba los vasos con agua desde una jarra de cristal cuya boca la tapaba un pañito blanco de bordes rematados con arabescos de croché, que mi abuela se encargaba de tejer. Siempre percibí a mi madre en esos momentos como una fuente de agua transparente y fresca a la que acudir siempre que quisiera, o tuviera la sed de mis desasosiegos infantiles.

A veces el ajetreo de lo cotidiano nos mantiene ausentes de toda la tramoya de la vida. Fue ayer precisamente, mientras hacia mi caminata por el campo, cuando pude percibir que tras el ocaso se hizo un silencio de los pájaros que en mucho rememoraba la cita del Apocalipsis de San Juan que da nombre a la extraordinaria película del sueco Ingmar Bergman “El séptimo sello” (1957): «Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo un silencio en el cielo como de media hora.» (Ap 8:1)

Se percibe en el ambiente nacional un sentimiento de ocaso. Una sensación de que algo se está acabando, por mucho que nos quieran poner en los arreboles de este atardecer unos cantos enlatados de unos jilgueros de mentira que hagan de este crepúsculo de derechos y de libertades un trampantojo de la España democrática surgida de la Transición. La marca España en este crepúsculo social está llena, sobre todo, de “pájaros de cuentas”.

A la caída de la tarde pude apreciar que los pájaros no cantaban, estaban posados en silencio sobre los cables de alta tensión de las compañías eléctricas, y entre las púas de las alambradas de espino. Y evoqué a mi padre partiendo el pan de su honradez y a mi madre escanciando el agua de su amor. Y a la mente me vino: Ibex35. Y aún no me lo explico.

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